Se
opuso a sus colegas que aceptaban el elitismo del conocimiento. Instituciones
y convenciones sociales mantienen el status quo, sostenía
el pensador.
aris,
24 de enero. El sociólogo francés Pierre Bourdieu,
gurú de los intelectuales de izquierda, falleció este
miércoles a los 71 años víctima de cáncer
en el hospital parisiense de Saint-Antoine.
Bourdieu,
uno de los pensadores más importantes en el ámbito internacional
y más influyentes de la sociología contemporánea,
criticó el neoliberalismo, analizó las estructuras del
poder y estudió casi todos los aspectos de la cultura francesa
pasando por las escuelas y los ''opinadores'' de los noticiarios.
Entre
sus tesis principales sostuvo que las instituciones y las convenciones
sociales sólo sirven para mantener el status quo y sus
desigualdades, y comparaba a la sociedad con una competencia en la
que el premio principal era la posición social.
Nacido
en Denguin, al suroeste de Francia, el 1o. de agosto de 1930, y proveniente
de una familia campesina, Bourdieu enseñó sociología
en el Colegio de Francia, y de 1964 a 1980 dirigió la Escuela
de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París.
Sus
primeras obras son Sociología de Argelia (1958); Trabajo
y trabajadores de Argelia (1963) y El desarraigo, publicada
en 1964, año en el que apareció Los herederos,
en el que critica la enseñanza superior francesa, cuatro años
antes del movimiento estudiantil de mayo de 1968.
En
1993 publicó La miseria del mundo, en la que analizó
el sufrimiento social, mediante el retrato de los desamparados de
la modernización. Para él estaba claro quién
era el responsable de la situación: el neoliberalismo y su
influencia en la política.
Bordieu
condenó la derechización de la izquierda en el manifiesto
Por una izquierda a la izquierda de los izquierdistas, publicado
en Le Monde en 1998, en el que acusó al gobierno izquierdista
de poner en marcha una política de derecha. Se le llamó
desde entonces ''el profeta de la sociología comprometida''.
También
arremetió contra sus colegas, a quienes puso al mismo nivel
de la clase dominante en Los intelectuales y el poder porque,
sostuvo, se resignaron ante la ideología del neoliberalismo
y refuerzan la idea de que el conocimiento pertenece exclusivamente
a una elite.
Reivindicador
de la sociología
En
1996 fundó la asociación Liber/Raisons d'agir (Liber/Razones
de actuar) que edita libros contra el neoliberalismo y ''la corrupción
de la sociedad mediática'' y pone ''el saber de sociólogos,
sicólogos e historiadores al servicio del movimiento social''.
Debido a esta postura crítica, varios lo calificaron de ''populista''.
El
22 de noviembre de 1997 recibió el premio Ernst Bloch en la
ciudad alemana de Ludwigshafen. En su discurso, Bordieu señaló
que ''el sociólogo, a quien corrientemente no se consulta excepto
para remendar la vajilla que rompen los economistas, aproveche para
recordarnos que la sociología puede y debe jugar un papel inicial
en las decisiones políticas que son dejadas cada vez más
en manos de los economistas o dictadas conforme a consideraciones
económicas muy limitadas''.
Sus
obras fueron traducidas a varios idiomas. En español es posible
consultar La fuerza del derecho, Cosas dichas, La
ontología política de Martin Heidegger, Sobre
la televisión, La distinción: criterio y bases
sociales, Las reglas del arte, El oficio del sociólogo
y Razones prácticas: sobre la teoría de la acción,
entre otras.
Crítico
del neoliberalismo.
ERICKA
MONTAÑO,
La Jornada, Cultura, Viernes 25 de enero de 2002.
En
México el historiador Enrique Florescano y el director del
Instituto de Cultura de la Ciudad de México, Enrique Semo,
lamentaron la muerte de Bourdieu y subrayaron su aportación
al pensamiento contemporáneo.
Florescano
expresó: ''Fue uno de los sociólogos más luminosos
del fin del siglo pasado y del comienzo de éste. En México
tuvo un efecto y una influencia muy grande en la sociología,
en las humanidades y en la historia por sus ideas y su revisión
profunda de los conceptos fundamentales de la sociología''.
Semo,
a su vez, subrayó que Pierre Bourdieu ''fue uno de los artífices
de la renovación del pensamiento sociológico de izquierda.
Sus profundas raíces en el pensamiento contemporáneo,
su capacidad de expresarse en imágenes atractivas y conmovedoras,
su disposición a abordar los temas más difíciles
y más oscuros con gran intuición sociológica
fueron aportes inestimables al pensamiento contemporáneo. Infundió
optimismo acerca de la posibilidad de abordar los nuevos temas''.
Fue,
añadió, ''un crítico del neoliberalismo, del
capitalismo actual y de todos sus males: el racismo, la discriminación
del Tercer Mundo y las diversas formas de explotación y desigualdad''.
Bourdieu:
la modernidad y el colapso.
Néstor
García Canclini,
La Jornada, Cultura, Viernes 25 de enero de 2002.
La
sociología del siglo XX desemboca en Pierre Bourdieu. Acompañó
el auge estructuralista de los años sesenta, el giro de los
estudios antropológicos exóticos para refundar la mirada
sociocultural sobre la modernidad europea, contribuyó a la
renovación del marxismo fuera de los altares en que se disputaba
cómo ritualizar su crítica al capitalismo. En los mismos
años en que el marxismo imaginaba su reciclamiento como un
esfuerzo hermenéutico y especulativo, althusseriano en Francia,
gramsciano en Italia, el autor de La reproducción y
La distinción buscó en estudios empíricos
la información y el estímulo para retomar sin ortodoxias
el impulso crítico.
Al
alejarse de las áreas consagradas como estratégicas
por la izquierda clásica, descubrió en la práctica
de la fotografía y la asistencia a los museos, en la violencia
simbólica de la escuela y los hábitos que nos distinguen
en el deporte y la moda claves de la organización del poder
que el economicismo había excluido o maltratado. Demostró
con rigor e imaginación que no hay temas indignos o insignificantes
para las ciencias sociales.
Mostró
para el pensamiento crítico la fecundidad de pensar por la
izquierda los temas de la derecha. Las encuestas dejaron de verse
como alternativas a los estudios etnográficos, y a la inversa.
La reflexión estética encontró en su obra la
fundamentación más sólida de la autonomía
de los campos artísticos y literarios, al tiempo que su lectura
social de la formación del gusto exhibió cuánto
más se comprende del sentido cultural de Proust y Lévi-Strauss
si se los analiza junto con Petula Clark y los muebles Knoll, las
preferencias gastronómicas y la cosmética femenina.
¿Por
qué una obra dedicada a desentrañar exhaustivamente
la modernidad tardó más de 30 años en ocuparse
de esos protagonistas del siglo XX que son las industrias culturales?
Salvo las investigaciones sobre fotografía, un artículo
de 1973, Le marché des biens symboliques, y apenas seis
páginas sobre la televisión en esa enciclopedia de la
cultura cotidiana francesa que fue La distinción, dedicó
miradas breves y displicentes a la cultura popular y a la masiva,
que alejaban a colegas y discípulos, como Jean Claude Passeron
y Claude Grignon, autores de una de las refutaciones más rotundas
a la obra bourdienana.
Estas
críticas, que tuvieron un desarrollo simultáneo, y a
veces anterior, en América Latina (hubo textos cuestionadores
de Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Jesús Martín Barbero
y Sergio Miceli antes que en Francia), no limitaron el eco de Bourdieu
en la reorientación de nuestros estudios sociológicos
y comunicacionales, sobre todo en Argentina, Brasil y México.
Al
conocer las conferencias de 1996 en que finalmente se ocupó
de la televisión nos desconcertó que estuviera más
indignado por las amenazas a la autonomía de su oficio que
por entender la lógica televisiva (aceptó darlas en
televisión, con la promesa de que se evitara toda búsqueda
formal de encuadre y enfoque, sin usar ilustraciones ni cuadros estadísticos).
Su
suspicacia de que ''se pueda pensar en medio de la velocidad" mediática
dejó una paradójica herencia en discípulos más
sensibles a las funciones lúdicas y de entretenimiento de la
comunicación masiva, a la variedad de recepciones y gustos
posmodernos, que usaron sus obras sin reducir, como él, la
televisión al ''campo periodístico", o sea a su dimensión
''racionalizada", ni trazaron cordones sanitarios tan rígidos
entre discursos gnoseológicos y comunicacionales.
Sin
embargo, el sociólogo intelectualista que supo reconocer en
su libro mayor, El sentido práctico, que la lógica
con que pensamos y actuamos en la sociedad, o sea el habitus,
está arraigada en el cuerpo, y que en La miseria del mundo
escuchó los atropellos de la mundialización en la vida
personal, supo acercarse a los movimientos sociales y contribuir a
la reinvención del intelectual crítico.
''La
lógica de mi trabajo -explicó en uno de sus últimos
textos- me llevó a trascender los límites que me había
asignado en nombre de una idea de la objetividad que se me ha presentado
como una forma de censura."
En
1990, caído el muro berlinés, Bosnia en ruinas, siendo
el proceso de unificación europea una mezcla de triunfalismo
capitalista y creciente desempleo, comienza el proyecto de Liber,
primero una ''revista europea de libros" que, sin ceder en rigor intelectual,
fue priorizando la representatividad política y cultural de
autores de muchas lenguas y tradiciones interesados en repensar los
colapsos de sus naciones.
Viajó
más que nunca, habló en actos sindicales, discutió
con educadores de Europa oriental y Japón, con economistas
críticos y neoliberales, puso en diálogo a escritores,
plásticos, cineastas, políticos y líderes sociales,
consiguió que esas polémicas fueran publicadas no sólo
en las lenguas hegemónicas de la globalización sino
en búlgaro, griego, húngaro, noruego, turco y portugués.
Su
teoría sociológica, que sigue siendo una de las dos
o tres que importan porque persisten los dilemas de la modernidad,
en los últimos años desbordó las dificultades
para pensar los acontecimientos que no cabían en su análisis
de un tipo de modernidad: la ilustrada.
Su
ambición de pensar interrelacionada y críticamente todos
los campos sociales es indispensable cuando la celebración
posmoderna de los fragmentos no es la vía para entender cómo
el ''totalitarismo" de los mercados despedaza lo social.
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