Consternación
por el deceso del intelectual francés. El diario Le Monde
desplegó la noticia a dos páginas.
Su obra científica, alternativa alentadora para la izquierda.
n
el ámbito académico e intelectual francés la
muerte de Pierre Bourdieu, ''el pensador más poderoso de Francia",
causó consternación. Le Monde dedicó sus
principales espacios, habitualmente referidos a la guerra y la política,
al deceso del sociólogo, ocurrido el miércoles. ''Pierre
Bourdieu ha muerto", tituló el diario y desplegó la
noticia a dos páginas.
En
el diario catalán La Vanguardia, Oscar Caballero hace
una semblanza biográfica en la que apunta: ''(En 1996) con
el socialismo desgastado, el comunismo acéfalo, y Sartre en
el cementerio, se transformó en gurú del movimiento
que incluye Attac, los predicadores del impuesto Tobin sobre los movimientos
de capitales y los grupos hostiles a la globalización".
El
editor, periodista y traductor francés Marc Saint-Upéry
recordó en un artículo: ''Cuando empezó a difundirse
ampliamente en los años setenta, la obra propiamente científica
de Pierre Bourdieu constituyó una alternativa muy alentadora
para los intelectuales de izquierda que no estaban satisfechos con
los cuentos chinos o rusos del marxismo dogmático o con la
escolástica althusseriana, pero no querían caer en la
trivialidad positivista y tecnocrática de cierta ciencia social
de origen estadunidense".
Juan
Pedro Quiñonero, del diario español ABC, reporta
que ''en plena campaña electoral, ayer tarde, Chirac y Jospin
competían en elogios ditirámbicos a la obra del sociólogo".
No obstante que, según Quiñones, la última obra
de Bourdieu ''intentaba un proyecto mesiánico: denunciar las
'presuntas leyes de la economía', en defensa del Estado y la
política... Tesis centrales de su último libro, que
le valieron severos varapalos, a izquierda y derecha".
En
tanto Carlos Castilla del Pino, introductor de la obra de Bourdieu
en un seminario de sicología social y sociología de
la Universidad Córdoba, señaló que ''aun siguiendo
su trayectoria con interés en términos generales, más
recientemente no pude detenerme en su extensa obra. Creo que ha representado
la punta de lanza del pensamiento sociológico europeo".
La
prensa se refirió en términos elogiosos a la trayectoria
del autor de La miseria del mundo, pero no omitió recordar
las controversias en que se vio envuelto.
Pierre
Bourdieu.
Luis
Hernández Navarro,
La Jornada, 26/01/02.
Pierre
Bourdieu fue uno de los pensadores críticos más brillantes
e influyentes de los últimos 30 años del siglo XX. Su
trayectoria y su obra recuerdan -aunque él lo haya rechazado
en vida- la producción de intelectuales franceses como Jean-Paul
Sartre o Michel Foucault.
Hace
33 años que Pierre Bourdieu publicó su primer trabajo
sobre los estudiantes y la cultura. Desde entonces, convencido de
que la sociología ayuda a explicar el mundo, produjo una impresionante
obra teórica y práctica, al tiempo que se involucró
en todo tipo de luchas sociales a favor de la justicia. Aunque su
libro Distinción. Una crítica social del gusto
haya sido escogida por la Asociación Internacional de Sociología
como una de las 10 obras más importantes de sociología
en el siglo XX, otros trabajos suyos, como el del oficio del sociólogo,
han gozado de gran popularidad.
Distanciado
de la izquierda clásica y del marxismo neanderthal, el arsenal
teórico que produjo, en mucho alimentado por multitud de estudios
empíricos y por la imaginación, tiene enorme actualidad.
Su crítica al fatalismo economicista y a la restauración
neoconservadora, su diagnóstico de la mundialización
no como una fatalidad económica sino como una política
consciente y deliberada, su exhorto a restaurar la política
más allá de los marcos nacionales, su reivindicador
llamado -siguiendo a Ernest Bloch- de una utopía razonada,
son herramientas indispensables en la reconstrucción de la
izquierda.
Según
Bourdieu, para ser sociólogo se requieren tres características
imprescindibles: modestia, trabajo y simpatía por la gente.
Ninguna de ellas fue ajena a él.
Sólo
cabe esperar que su muerte permita difundir su obra en nuestro país
-pienso, por ejemplo, en el poco impacto que tuvo su diálogo
con Günter Grass a comienzos de 1999 sobre la nueva gama de discursos
necesarios para enfrentar la globalización neoliberal- más
allá de los circuitos en los que tradicionalmente ha estado
confinada.
Bourdieu,
a contrafuego.
Jenaro
Villamil,
La Jornada, 26/01/02.
Como
el último título de su más reciente compilación
de ensayos, Pierre Bourdieu representa un pensamiento vivo, a contrafuego
de los grandes dogmas no sólo de la sociología y la
política, sino del socialismo obtuso, de lo que él llamó
''el racismo intelectual" de estos tiempos y el ''azote neoliberal".
Prácticamente, no hubo tópico reciente o preocupación
intelectual contemporánea que no fueran abordados por el autor
de Las reglas del arte, La dominación masculina,
Razones prácticas, Meditaciones pascalianas y
Sobre la televisión. Y sus últimas reflexiones,
Contrafuegos, constituyen quizá el manifiesto más
rico contra la globalización unilateral o ''americanización
simbólica", como la caracteriza, y en defensa del trabajo intelectual
que, por cierto, ha adquirido nueva resonancia en México a
raíz de la discusión sobre la exención de los
derechos de autor.
En
su ensayo ''La cultura está en peligro", leído en el
Foro Internacional sobre Literatura, de Seúl, en septiembre
de 2000, Bourdieu planteó claramente el proceso de uniformización
de los productos culturales a través de la creación
de grandes consorcios mediáticos y culturales y describió
así a los llamados ''productos ómnibus" de la cultura
globalizada:
'La
competencia, en lugar de diversificar, homogeiniza, ya que la búsqueda
del máximo público lleva a los productores a buscar
productos ómnibus, que valen para públicos de todos
los medios y de todos los países, por ser poco diferenciados
y diferenciadores, películas hollywoodenses, telenovelas, seriales
televisivos, soapoperas, series policiacas, música comercial,
teatro de revista o de Broadway, best-sellers directamente
producidos para el mercado mundial, revistas para todos los públicos...
''Lo
que está en juego -subrayó- es la perpetuación
de una producción cultural que no esté orientada hacia
fines exclusivamente comerciales y que no esté sometida a los
veredictos de los que dominan la producción mediática
de masas, sobre todo a través del poder que ejercen sobre los
grandes medios de difusión."
Después
de observar las consecuencias que acarrean las asociaciones de periódicos
prestigiosos con televisiones comerciales, grandes consorcios telefónicos
y empresas de entretenimiento y del espectáculo, Bourdieu plantea
que vivimos en un ''esnobismo paradójico":
''En
efecto, es la primera vez en la historia que se imponen como chics
los productos más cepas de una cultura popular (de una sociedad
económica y políticamente dominante); los adolescentes
de todos los países que llevan baggy pants, pantalones
anchos cuyos fondillos caen a media pierna, sin duda ignoran que la
moda en el vestir que ellos creen a la vez ultrachic y ultramoderna
se originó en las cárceles de Estados Unidos, ¡al
igual que esa manía por los tatuajes! Es decir, que la ''civilización"
del jean, de la Coca-Cola y del Mac Donald's tiene no sólo
el poder económico sino también el poder simbólico
que se ejerce a través de la seducción a la que contribuyen
sus propias víctimas" (Bourdieu, Contrafuegos II, Ed.
Anagrama, p. 87).
Preocupado,
como Michael Foucault y otros grandes pensadores europeos de su generación,
por las formas de dominación y la creación de imaginarios
y de códigos simbólicos en el neoliberalismo, Bourdieu
publicó en 1997 Sobre la televisión, uno de los
ensayos más agudos y ricos de la nueva ''opresión simbólica"
de nuestros tiempos: la dominación mediática. Conocedor
también del ejercicio periodístico -fue director de
la revista Liber-, Bourdieu subrayó que la televisión
ha impuesto no sólo su propia agenda informativa a la prensa
escrita, sino también sus valores y su forma unilateral y homogénea
de ver a la sociedad.
Y
no sólo advirtió y analizó, como otros autores
que se convirtieron en su contrapunto o en sus interlocutores (Giovanni
Sartori, Ignacio Ramonet o Umberto Eco), el alto riesgo de la ''intrusión
mediática" en el periodismo y la vida intelectual, sino también
en la política. Para Bourdieu, la televisión se ha convertido
en una nueva forma de dominación de enorme trascendencia y
sin ningún contrapeso.
Gobernantes
de nuestro país como Vicente Fox o Andrés Manuel López
Obrador no harían mal en repasar esta tesis que Bourdieu expuso
ampliamente en Sobre la televisión y en Contrafuegos:
A
través de los medios de comunicación, ''puede surgir
una forma perversa de democracia directa que hace desaparecer la distancia
respecto a la urgencia, a la presión de las pasiones colectivas,
no necesariamente democráticas, que normalmente está
garantizada por la lógica relativamente autónoma del
campo político. Se ve cómo se reconstituye la lógica
de la venganza contra la que toda lógica jurídica, e
incluso política, se ha constituido" (Bourdieu, Sobre la
televisión, p. 92).
Pierre
Bourdieu, pesimismo liberador.
Marc
Saint-Upéry,
La Jornada, México D.F. Domingo 27 de enero de 2002.
Pierre
Bourdieu era uno de los gigantes del pensamiento sociológico
del siglo XX. En la última década de su existencia,
rompió con el relativo mutismo político que había
caracterizado su carrera hasta los ochenta y se lanzó a la
batalla por la justicia social y contra la globalización neoliberal.
La mezcla de osadía y de ingenuidad con la que puso su inmensa
autoridad al servicio de esta lucha pudo irritar a muchos militantes
más experimentados, pero nadie puede negar la generosidad de
este impulso.
Cuando
comenzó a difundirse ampliamente en los setenta, la obra de
Pierre Bourdieu constituyó una alternativa alentadora para
los intelectuales de izquierda disgustados por los cuentos chinos
o rusos del marxismo dogmático o la escolástica de Althusser,
pero deseosos de no caer en la trivialidad positivista de cierta ciencia
social estadunidense. Uniendo rigor y radicalidad, precisión
empírica y ambición teórica, el trabajo de Bourdieu
ofrecía una síntesis de lo mejor de la gran tradición
sociológica de Marx, Durkheim y Weber, lejos de las oposiciones
estériles y de los ideologismos groseros.
Para
muchos, fue también una revelación casi existencial.
El inicio de su popularidad en Francia coincidió con la explosión
demográfica de la universidad de masas. Para los jóvenes
intelectuales, a menudo provenientes de los sectores populares, la
obra de Bourdieu tuvo un efecto de iluminación terapéutica.
Los análisis minuciosos del capital cultural y del campo simbólico
les liberaba espiritualmente de los obstáculos a veces humillantes
que encontraban en un mundo social que no había sido construido
para ellos.
De
varios lados se reprochó a Bourdieu un determinismo sutil pero
no menos férreo que el del marxismo clásico. Se dijo
que su misma práctica política desmentía su teoría
social. A pesar de ciertas sugerencias de su obra, que la dejan ver
como un mecanismo bien aceitado (como si fuera un reflejo del mismo
sistema de dominación que él quería deconstruir),
su trabajo deja un legado de cuestiones abiertas.
¿Cómo
se articulan los varios "campos" de lo social? ¿Se puede medir
el capital cultural o se trata de un concepto metafórico? ¿Cuál
es su "tasa de conversión" con el capital económico,
y su relación con la noción de "capital social" de los
economistas institucionalistas? ¿Cómo analizar las prácticas
populares evitando tanto el miserabilismo (que supone la irremediable
subordinación cultural de los dominados) como el populismo
(que ve toda la cultura popular como un acto de resistencia o de auto-afirmación)?
¿Existe una competencia cognitiva y moral de los actores sociales
que no sea plasmada por la dominación? Sin Bourdieu estas interrogaciones
no hubieran podidos ser formuladas inteligiblemente.
No
es una casualidad si uno de sus últimos libros se llama Meditaciones
pascalianas. Tras la pesada armadura teórica, se puede
percibir un descendiente de esos moralistas franceses del siglo XVII
que describían con una amargo estoicismo los espejimos de la
comedia social y la fanfarria de los cortesanos. Esta postura no iba
sin una cierta afectación de superioridad incomprendida. Sin
embargo, traicionaba también un verdadero malestar, el dolor
de ser condenado a la lucidez en un mundo de engaños.
Eso
volvía al personaje público Bourdieu horripilante y
sumamente atractivo a la vez. Uno no puede aferrar la paradoja profunda
de su obra si no entiende que aún su narcisismo intelectual,
que no era escaso tras la máscara de impecable objetividad,
estaba al servicio de una empresa de desmitificación de la
sobrevaloración del yo.
Quedaba
fascinado por la figura de Sartre, pero al mismo tiempo analizaba
con brío la construcción social del "intelectual total".
Aunque su propia trayectoria alimenta la nostalgia poco democrática
de los grandes intelectuales-guías, él mismo había
forjado las herramientas que permiten deconstruirla.
Al
igual de tantas producciones intelectuales, sus conceptos pueden acabar
por ser recetas para cavarse un nicho cómodo en la división
académica del trabajo. Como siempre, no hay peores enemigos
de un gran autor que sus mediocres epígonos. Sin embargo, muchos
de los que aprendieron a leer el mundo en sus textos nunca olvidarán
el efecto liberador de su pensamiento.
Citando
el poeta Francis Ponge, Bourdieu dijo una vez que su trabajo trataba
de ayudar a que la gente pueda "hablar con sus propias palabras",
escapar de los mecanismos ventrílocuos de la dominación
y de las modas impuestas por los poderes o los falsos contrapoderes.
Hay muchos hombres y mujeres en el mundo, incluso fuera de los círculos
académicos, que pueden testimoniar que este anhelo no fue en
vano.
|