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  Pierre Bourdieu

 
   

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Décès de Pierre Bourdieu :(
 

 
   

 


Pierre Bourdieu

 Bourdieu fue punta de lanza del pensamiento europeo.



DE LA REDACCION, La Jornada, 26/01/02.

 


 

Consternación por el deceso del intelectual francés. El diario Le Monde desplegó la noticia a dos páginas. Su obra científica, alternativa alentadora para la izquierda.

n el ámbito académico e intelectual francés la muerte de Pierre Bourdieu, ''el pensador más poderoso de Francia", causó consternación. Le Monde dedicó sus principales espacios, habitualmente referidos a la guerra y la política, al deceso del sociólogo, ocurrido el miércoles. ''Pierre Bourdieu ha muerto", tituló el diario y desplegó la noticia a dos páginas.

En el diario catalán La Vanguardia, Oscar Caballero hace una semblanza biográfica en la que apunta: ''(En 1996) con el socialismo desgastado, el comunismo acéfalo, y Sartre en el cementerio, se transformó en gurú del movimiento que incluye Attac, los predicadores del impuesto Tobin sobre los movimientos de capitales y los grupos hostiles a la globalización".

El editor, periodista y traductor francés Marc Saint-Upéry recordó en un artículo: ''Cuando empezó a difundirse ampliamente en los años setenta, la obra propiamente científica de Pierre Bourdieu constituyó una alternativa muy alentadora para los intelectuales de izquierda que no estaban satisfechos con los cuentos chinos o rusos del marxismo dogmático o con la escolástica althusseriana, pero no querían caer en la trivialidad positivista y tecnocrática de cierta ciencia social de origen estadunidense".

Juan Pedro Quiñonero, del diario español ABC, reporta que ''en plena campaña electoral, ayer tarde, Chirac y Jospin competían en elogios ditirámbicos a la obra del sociólogo". No obstante que, según Quiñones, la última obra de Bourdieu ''intentaba un proyecto mesiánico: denunciar las 'presuntas leyes de la economía', en defensa del Estado y la política... Tesis centrales de su último libro, que le valieron severos varapalos, a izquierda y derecha".

En tanto Carlos Castilla del Pino, introductor de la obra de Bourdieu en un seminario de sicología social y sociología de la Universidad Córdoba, señaló que ''aun siguiendo su trayectoria con interés en términos generales, más recientemente no pude detenerme en su extensa obra. Creo que ha representado la punta de lanza del pensamiento sociológico europeo".

La prensa se refirió en términos elogiosos a la trayectoria del autor de La miseria del mundo, pero no omitió recordar las controversias en que se vio envuelto.


Pierre Bourdieu.

Luis Hernández Navarro, La Jornada, 26/01/02.

Pierre Bourdieu fue uno de los pensadores críticos más brillantes e influyentes de los últimos 30 años del siglo XX. Su trayectoria y su obra recuerdan -aunque él lo haya rechazado en vida- la producción de intelectuales franceses como Jean-Paul Sartre o Michel Foucault.

Hace 33 años que Pierre Bourdieu publicó su primer trabajo sobre los estudiantes y la cultura. Desde entonces, convencido de que la sociología ayuda a explicar el mundo, produjo una impresionante obra teórica y práctica, al tiempo que se involucró en todo tipo de luchas sociales a favor de la justicia. Aunque su libro Distinción. Una crítica social del gusto haya sido escogida por la Asociación Internacional de Sociología como una de las 10 obras más importantes de sociología en el siglo XX, otros trabajos suyos, como el del oficio del sociólogo, han gozado de gran popularidad.

Distanciado de la izquierda clásica y del marxismo neanderthal, el arsenal teórico que produjo, en mucho alimentado por multitud de estudios empíricos y por la imaginación, tiene enorme actualidad. Su crítica al fatalismo economicista y a la restauración neoconservadora, su diagnóstico de la mundialización no como una fatalidad económica sino como una política consciente y deliberada, su exhorto a restaurar la política más allá de los marcos nacionales, su reivindicador llamado -siguiendo a Ernest Bloch- de una utopía razonada, son herramientas indispensables en la reconstrucción de la izquierda.

Según Bourdieu, para ser sociólogo se requieren tres características imprescindibles: modestia, trabajo y simpatía por la gente. Ninguna de ellas fue ajena a él.

Sólo cabe esperar que su muerte permita difundir su obra en nuestro país -pienso, por ejemplo, en el poco impacto que tuvo su diálogo con Günter Grass a comienzos de 1999 sobre la nueva gama de discursos necesarios para enfrentar la globalización neoliberal- más allá de los circuitos en los que tradicionalmente ha estado confinada.


Bourdieu, a contrafuego.

Jenaro Villamil, La Jornada, 26/01/02.

Como el último título de su más reciente compilación de ensayos, Pierre Bourdieu representa un pensamiento vivo, a contrafuego de los grandes dogmas no sólo de la sociología y la política, sino del socialismo obtuso, de lo que él llamó ''el racismo intelectual" de estos tiempos y el ''azote neoliberal". Prácticamente, no hubo tópico reciente o preocupación intelectual contemporánea que no fueran abordados por el autor de Las reglas del arte, La dominación masculina, Razones prácticas, Meditaciones pascalianas y Sobre la televisión. Y sus últimas reflexiones, Contrafuegos, constituyen quizá el manifiesto más rico contra la globalización unilateral o ''americanización simbólica", como la caracteriza, y en defensa del trabajo intelectual que, por cierto, ha adquirido nueva resonancia en México a raíz de la discusión sobre la exención de los derechos de autor.

En su ensayo ''La cultura está en peligro", leído en el Foro Internacional sobre Literatura, de Seúl, en septiembre de 2000, Bourdieu planteó claramente el proceso de uniformización de los productos culturales a través de la creación de grandes consorcios mediáticos y culturales y describió así a los llamados ''productos ómnibus" de la cultura globalizada:

'La competencia, en lugar de diversificar, homogeiniza, ya que la búsqueda del máximo público lleva a los productores a buscar productos ómnibus, que valen para públicos de todos los medios y de todos los países, por ser poco diferenciados y diferenciadores, películas hollywoodenses, telenovelas, seriales televisivos, soapoperas, series policiacas, música comercial, teatro de revista o de Broadway, best-sellers directamente producidos para el mercado mundial, revistas para todos los públicos...

''Lo que está en juego -subrayó- es la perpetuación de una producción cultural que no esté orientada hacia fines exclusivamente comerciales y que no esté sometida a los veredictos de los que dominan la producción mediática de masas, sobre todo a través del poder que ejercen sobre los grandes medios de difusión."

Después de observar las consecuencias que acarrean las asociaciones de periódicos prestigiosos con televisiones comerciales, grandes consorcios telefónicos y empresas de entretenimiento y del espectáculo, Bourdieu plantea que vivimos en un ''esnobismo paradójico":

''En efecto, es la primera vez en la historia que se imponen como chics los productos más cepas de una cultura popular (de una sociedad económica y políticamente dominante); los adolescentes de todos los países que llevan baggy pants, pantalones anchos cuyos fondillos caen a media pierna, sin duda ignoran que la moda en el vestir que ellos creen a la vez ultrachic y ultramoderna se originó en las cárceles de Estados Unidos, ¡al igual que esa manía por los tatuajes! Es decir, que la ''civilización" del jean, de la Coca-Cola y del Mac Donald's tiene no sólo el poder económico sino también el poder simbólico que se ejerce a través de la seducción a la que contribuyen sus propias víctimas" (Bourdieu, Contrafuegos II, Ed. Anagrama, p. 87).

Preocupado, como Michael Foucault y otros grandes pensadores europeos de su generación, por las formas de dominación y la creación de imaginarios y de códigos simbólicos en el neoliberalismo, Bourdieu publicó en 1997 Sobre la televisión, uno de los ensayos más agudos y ricos de la nueva ''opresión simbólica" de nuestros tiempos: la dominación mediática. Conocedor también del ejercicio periodístico -fue director de la revista Liber-, Bourdieu subrayó que la televisión ha impuesto no sólo su propia agenda informativa a la prensa escrita, sino también sus valores y su forma unilateral y homogénea de ver a la sociedad.

Y no sólo advirtió y analizó, como otros autores que se convirtieron en su contrapunto o en sus interlocutores (Giovanni Sartori, Ignacio Ramonet o Umberto Eco), el alto riesgo de la ''intrusión mediática" en el periodismo y la vida intelectual, sino también en la política. Para Bourdieu, la televisión se ha convertido en una nueva forma de dominación de enorme trascendencia y sin ningún contrapeso.

Gobernantes de nuestro país como Vicente Fox o Andrés Manuel López Obrador no harían mal en repasar esta tesis que Bourdieu expuso ampliamente en Sobre la televisión y en Contrafuegos:

A través de los medios de comunicación, ''puede surgir una forma perversa de democracia directa que hace desaparecer la distancia respecto a la urgencia, a la presión de las pasiones colectivas, no necesariamente democráticas, que normalmente está garantizada por la lógica relativamente autónoma del campo político. Se ve cómo se reconstituye la lógica de la venganza contra la que toda lógica jurídica, e incluso política, se ha constituido" (Bourdieu, Sobre la televisión, p. 92).


Pierre Bourdieu, pesimismo liberador.

Marc Saint-Upéry, La Jornada, México D.F. Domingo 27 de enero de 2002.

Pierre Bourdieu era uno de los gigantes del pensamiento sociológico del siglo XX. En la última década de su existencia, rompió con el relativo mutismo político que había caracterizado su carrera hasta los ochenta y se lanzó a la batalla por la justicia social y contra la globalización neoliberal. La mezcla de osadía y de ingenuidad con la que puso su inmensa autoridad al servicio de esta lucha pudo irritar a muchos militantes más experimentados, pero nadie puede negar la generosidad de este impulso.

Cuando comenzó a difundirse ampliamente en los setenta, la obra de Pierre Bourdieu constituyó una alternativa alentadora para los intelectuales de izquierda disgustados por los cuentos chinos o rusos del marxismo dogmático o la escolástica de Althusser, pero deseosos de no caer en la trivialidad positivista de cierta ciencia social estadunidense. Uniendo rigor y radicalidad, precisión empírica y ambición teórica, el trabajo de Bourdieu ofrecía una síntesis de lo mejor de la gran tradición sociológica de Marx, Durkheim y Weber, lejos de las oposiciones estériles y de los ideologismos groseros.

Para muchos, fue también una revelación casi existencial. El inicio de su popularidad en Francia coincidió con la explosión demográfica de la universidad de masas. Para los jóvenes intelectuales, a menudo provenientes de los sectores populares, la obra de Bourdieu tuvo un efecto de iluminación terapéutica. Los análisis minuciosos del capital cultural y del campo simbólico les liberaba espiritualmente de los obstáculos a veces humillantes que encontraban en un mundo social que no había sido construido para ellos.

De varios lados se reprochó a Bourdieu un determinismo sutil pero no menos férreo que el del marxismo clásico. Se dijo que su misma práctica política desmentía su teoría social. A pesar de ciertas sugerencias de su obra, que la dejan ver como un mecanismo bien aceitado (como si fuera un reflejo del mismo sistema de dominación que él quería deconstruir), su trabajo deja un legado de cuestiones abiertas.

¿Cómo se articulan los varios "campos" de lo social? ¿Se puede medir el capital cultural o se trata de un concepto metafórico? ¿Cuál es su "tasa de conversión" con el capital económico, y su relación con la noción de "capital social" de los economistas institucionalistas? ¿Cómo analizar las prácticas populares evitando tanto el miserabilismo (que supone la irremediable subordinación cultural de los dominados) como el populismo (que ve toda la cultura popular como un acto de resistencia o de auto-afirmación)? ¿Existe una competencia cognitiva y moral de los actores sociales que no sea plasmada por la dominación? Sin Bourdieu estas interrogaciones no hubieran podidos ser formuladas inteligiblemente.

No es una casualidad si uno de sus últimos libros se llama Meditaciones pascalianas. Tras la pesada armadura teórica, se puede percibir un descendiente de esos moralistas franceses del siglo XVII que describían con una amargo estoicismo los espejimos de la comedia social y la fanfarria de los cortesanos. Esta postura no iba sin una cierta afectación de superioridad incomprendida. Sin embargo, traicionaba también un verdadero malestar, el dolor de ser condenado a la lucidez en un mundo de engaños.

Eso volvía al personaje público Bourdieu horripilante y sumamente atractivo a la vez. Uno no puede aferrar la paradoja profunda de su obra si no entiende que aún su narcisismo intelectual, que no era escaso tras la máscara de impecable objetividad, estaba al servicio de una empresa de desmitificación de la sobrevaloración del yo.

Quedaba fascinado por la figura de Sartre, pero al mismo tiempo analizaba con brío la construcción social del "intelectual total". Aunque su propia trayectoria alimenta la nostalgia poco democrática de los grandes intelectuales-guías, él mismo había forjado las herramientas que permiten deconstruirla.

Al igual de tantas producciones intelectuales, sus conceptos pueden acabar por ser recetas para cavarse un nicho cómodo en la división académica del trabajo. Como siempre, no hay peores enemigos de un gran autor que sus mediocres epígonos. Sin embargo, muchos de los que aprendieron a leer el mundo en sus textos nunca olvidarán el efecto liberador de su pensamiento.

Citando el poeta Francis Ponge, Bourdieu dijo una vez que su trabajo trataba de ayudar a que la gente pueda "hablar con sus propias palabras", escapar de los mecanismos ventrílocuos de la dominación y de las modas impuestas por los poderes o los falsos contrapoderes. Hay muchos hombres y mujeres en el mundo, incluso fuera de los círculos académicos, que pueden testimoniar que este anhelo no fue en vano.
   


Pierre Bourdieu

       
 

   
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