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1993, el nombre de Pierre Bourdieu saltó las barreras del mundo
del pensamiento hasta convertirse en popular en Francia, por el éxito
de ventas del La miseria del mundo, que terminó siendo un impensado
best-seller. Fue ese sorpresivo éxito el que terminó
propulsando al pensador al terreno del compromiso militante. En esa
época, en las sociedades desarrolladas europeas, se hablaba
mucho de los “nuevos pobres” y aparecían diversas asociaciones
de ayuda a los desocupados y a los sin techo. “Era la primera vez
que un intelectual, un gran científico, trataba de teorizar
sobre la exclusión”, recuerda Jean-Baptiste Eyraud, presidente
de la Asociación francesa Droit au logement (Derecho a la vivienda).
“El ayudó a llevar el problema al primer plano, hubo otros
intelectuales que lo siguieron, y después llegaron los políticos.”
“Todo mi libro es un esfuerzo para reencontrar la espesura de la realidad
social y hacer resurgir los dolores que se ocultan en ella”, dijo
Bourdieu al ser editada la obra, invitando a los políticos
a “salir de su estrecha visión” y a incorporar a sus preocupaciones
“todas las esperanzas difusas”. Con esa investigación rigurosa,
el sociólogo tenía la preocupación de comprender
también el avance del racismo y los votos en favor de la extrema
derecha, así como interpelar a los políticos, tanto
de izquierda como de derecha, a los que reprochaba haber cedido “al
culto de la empresa privada y del lucro”. El libro es, en rigor, una
recopilación de testimonios de obreros, profesores, periodistas,
policías, trabajadores temporarios y jóvenes habitantes
de los suburbios pobres, precedidos de un texto de Bourdieu destinado
a explicar el contexto y lo que la transcripción de esos testimonios
deja forzosamente a un lado, “el lenguaje del cuerpo, los silencios...”.
No todos los testimoniantes proceden de un medio desfavorecido, pero
todos tienen en común el vivir mal, sentirse rechazados, desclasados,
abandonados a su suerte. Una “miseria” que expresan de manera dolorosa,
ya que –recalcaba Bourdieu— el sufrimiento social es más visible
en los más menesterosos, pero existe también en las
otras capas de la sociedad. Abogando en favor del compromiso de los
intelectuales, el sociólogo participaría después
cada vez más en las diferentes luchas sociales, dando su apoyo
a los inmigrantes indocumentados, a los desocupados o a los sin techo.
Bourdieu fue también uno de los fundadores del movimiento Attac,
la asociación antiglobalización, a través de
la editorial Liber/Raisons d’agir, que publicó libros militantes,
también en este caso con éxito entre el gran público.
VICTIMA
DEL CANCER, MURIO EL combativo SOCIOLOGO FRANCES PIERRE BOURDIEU.
Por
Sabine Glaubitz, Página12/web, cultura, 27 de Enero
de 2002, Desde París.
Fue
un enfant terrible del pensamiento académico francés,
en la línea de Jean Paul Sartre en los 60. Como él,
salió de los ámbitos intelectuales para dar batalla
en las calles, acompañando buena parte de los nuevos movimientos
sociales.
Como tenía una respuesta a todas las preguntas, en Francia
le decían el “más claro de los intelectuales de izquierda”.
Y porque se inmiscuía en todo, los políticos solían
llamarle “enfant terrible”. El sociólogo Pierre Bourdieu, nacido
en un hogar pobre en una aldea de los Pirineos, murió a los
71 años en un hospital de París como consecuencia de
un cáncer. Desde hace décadas era considerado el sociólogo
francés más reconocido a nivel internacional. Bourdieu,
desde 1981 profesor titular de sociología en el famoso College
de France, daba mucho que hablar y en todas partes. Para él,
la sociedad planteaba a los individuos una competencia feroz cuyo
premio es el prestigio. El francés documentó sus estudios
con minuciosos trabajos de campo. En sus libros, centrados en las
estructuras de poder, analizó casi todos los aspectos de la
cultura francesa, desde las universidades hasta los “opinadores” de
los noticieros, intentando demostrar cómo la mayoría
de las instituciones y convenciones sirven para mantener el “statu
quo” y sus desigualdades. Fue, en buena medida, un faro para los contestarios,
que veían en él un pensamiento de síntesis entre
la academia y las luchas sociales. “Era el gurú de la lucha
contra la globalización”, definió ayer un diario vespertino
francés.
En gesto que parecía imitar los de Jean Paul Sartre en los
60, Bourdieu comenzó a relacionarse a partir de los 90 con
sindicatos, movimientos de desocupados, desamparados y grupos de mujeres
que luchaban contra el neoliberalismo y su influencia en la política
actual. “Los movimientos sociales deben presionar a Estados y gobiernos
y garantizar el control de los mercados financieros y la distribución
justa de la riqueza de las naciones”, advertía. La filosofía
histórica y social de Bourdieu se nutre en parte, consideraron
sus estudiosos, en los postulados de Marx y de Foucault. Si el best
seller La miseria del mundo, retrató la miseria de los desamparados
y desheredados de la modernización, a la pregunta sobre quién
es responsable de esa situación respondía sin dudar:
el neoliberalismo.
Bourdieu ya se había convertido en “profeta de la sociología
comprometida” cuando en 1998 publicó en Le Monde el manifiesto
“Por una izquierda a la izquierda de los izquierdistas”, en el que
acusó al gobierno izquierdista de llevar a cabo una política
derechista. Con la asociación fundada por él “Raisons
d’agir” (Razones para actuar) y la revista Liber ponía, según
postuló, “el saber de sociólogos, psicólogos
e historiadores al servicio del movimiento social”. Pero ni siquiera
sus colegas se libraron de sus críticas. Bajo el título
Los intelectuales y el poder (1991) colocó a los pensadores
en el mismo cajón que a la clase dominante. En su opinión,
los intelectuales que se resignaban a la ideología del neoliberalismo
reforzaban la idea de que el conocimiento pertenece exclusivamente
a una elite.
Bourdieu se dio a conocer en 1964 al publicar junto con Jean-Claude
Passeron Les Héritiers (Los herederos), obra que, cuatro años
antes de mayo del ‘68, formulaba una crítica fundamental a
la enseñanza superior francesa. Por muchos años no tuvo
enemigos. Pero cuando se hizo famoso con La miseria del mundo en 1993,
numerosos intelectuales lo tacharon de populismo. “Sartre murió,
Aron murió, pero Bourdieu está en plena forma”, resumía
en 1998 el semanario l’Evenement du Jeudi a propósito del eco
que tenían en los medios de comunicación y en el mundo
político sus tomas de posición.
“Para mí es como si hubiera perdido un padre o un miembro de
la familia. Tenía una vitalidad extraordinaria. Hasta el fin,
en el hospital, seguía corrigiendo los trabajos de sus colaboradores”,
declaró ayer el sociólogo Patrick Champagne, uno de
sus principales colaboradores.
Nacido el 1º de agosto de 1930 en Denguin (al sudoeste de Francia),
Bourdieu fue de 1964 a 1980 director de estudios de la Escuela de
Altos Estudios de Ciencias Sociales de París mientras paralelamente
dirigía la revista Actes de la Recherche en Sciences Sociales.
Entre otros libros, publicó Sociologie de l’Algérie
(Socilogía de Argelia, 1958), Le Déracinement (El desarraigo,
1964), Ce que parler veut dire (Lo que hablar significa 1982), La
Noblesse d’Etat (La nobleza de Estado, 1989), Les règles de
l’Art (Las reglas del arte, 1992), Sur la télévision
(Sobre la Televisión, 1997) y La Domination masculine (La dominación
masculina, 1998).
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