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  Pierre Bourdieu

 
   

sociologue énervant

 
   

 

Décès de Pierre Bourdieu :(
 

 
   

 


Pierre Bourdieu

 La complejidad de lo social.




Roberto Follari,  La Voz del Interior (Córdoba, Argentina), 27 & 31 de enero de 2002.

 


 

lgunos pudimos saber de Pierre Bourdieu, fallecido la semana pasada en Francia, a través de sus obras primeras. Es el caso de El oficio de sociólogo, esa rigurosa y original propuesta para ensamblar lo teórico y lo empírico en la investigación. Aquel libro haría historia en cuanto superación del “metodologismo” en la investigación social, y mostraría hasta lo insospechado las consecuencias que la epistemología de Gaston Bachelard tenía en las ciencias sociales. El texto fue una herida profunda para el empirismo dueño de las herramientas utilizadas en la investigación.

Así accedimos a una de las propuestas más enriquecedoras que la sociología ofreciera en la segunda mitad del siglo, y que se fu construyendo gradualmente en la obra del autor francés. Por curiosidad nos allegamos a su Mitosociología, su publicación augural. Allí aparecía una de las preocupaciones que luego iría madurando: la del rol de los intelectuales .

Es lo que más tarde Bourdieu formalizara en su teoría de los campos, especialmente los de lo simbólico (la ciencia y el arte). Allí se adentraría con audacia en un espacio habitualmente negado: el análisis por los científicos de su propio rol. “Objetivar al sujeto objetivante”, pedía alguna vez en ese lenguaje a menudo abstruso por buscar el rigor. Se trataba de que el investigador supiera de su propio condicionamiento social, para así poner un límite a las tendencias a representarse como si fueran hechos objetivos, lo que sería sólo la perspectiva propia de su lugar en la sociedad. Y a la vez, ubicarse dentro del campo de los intelectuales, de sus reglas de juego y sus disputas por el poder, permitía advertir el juego de estrategias propuesto por los diferentes actores.

Nada más lejos, entonces, de cualquier “neutralidad” que pudiera adscribirse a los científicos sociales. Tampoco de la sola referencia a la ideología como núcleo para entender los comportamientos. El autor francés mostraba cómo el poder hace su nido en todas partes.

La educación en la mira

Buscó superar el “sentido común”: la ciencia produce una objetividad que choca con las expectativas de los investigadores, esos que a menudo confunden sus deseos con la realidad. Esto, tanto para los de izquierda como los de derecha (y los fluctuantes). Su análisis de la educación fue sin duda en esa dirección. Trabajando también con J.Chamboredon y J.Passeron –sus compañeros de investigación en los primeros años de producción– nos legó su conocido La reproducción, acerca de las funciones del sistema educativo formal.

Se ganó con ese libro muchos ataques. Los conservadores lo acusaron de liquidar lo que de positivo tiene la educación al fomentar la movilidad y el progreso social, dado que él tendía a mostrar cómo la educación reproduce al infinito los mismos lugares sociales, para lo cual incluso usó la metáfora biológica del pelícano y sus huevos. Desde la izquierda se lo atacó por inducir al quietismo, al proponer una especie de resignación ante las funciones reproductivas del sistema escolar.

Pero si se sigue con detalle al trabajo de Bourdieu y sus colaboradores se verá cuánto guardaba de razón: contra los bienpensantes que creen que la educación siempre es una promesa de ascenso, mostró que es verdad que algunos ascienden, pero mientras otros descienden.

La estructura se mantiene, aunque algunos actores cambian de clase social. Por tanto, no se modifica la estructura de clases en tanto tal. A la vez, aquellos que desde la izquierda lo atacaron por no advertir en cuánto la escuela puede ayudar a la transformación social, no parecían advertir que Bourdieu se preocupaba por la reproducción de “lugares” sociales, no la de la ideología. En el plano de esta última, sin duda que lo escolar abre cierto espacio a la multiplicidad y la polémica. Pero ello no modifica en nada su función reproductora en cuanto a lo socioeconómico y la composición de las clases sociales.

También en este libro propuso la categoría de “violencia simbólica” para aludir a la imposición de un arbitrario cultural determinado. Por cierto que es imposible no apelar a alguno (por ejemplo al configurar un currícula escolar), pero sin duda ello nubla la advertencia de que se trata de la imposición de un tipo determinado de mirada. Es decir: en tanto la escuela reproduce el sentido común de los sectores sociales medios, enseña y califica a los alumnos de acuerdo a ese rasero, que opera como un callado “a priori” de la instrucción y de la evaluación.

Con otros ojos

Hablando de apriorismos, fue Bourdieu quien logró mostrar cómo el sujeto social opera de manera automática, no pensada, no intencionalizada (en todo caso, haciendo coincidir la intención con el condicionamiento incorporado). Siempre es útil para el científico social ser cultivado: ello ayuda a superar determinadas ingenuidades. Apelando a su bagaje intelectual Bourdieu mostró que –de manera insospechada– un filósofo como Heidegger podía ser muy fecundo para la Sociología.

Es que la crítica del filósofo alemán al sujeto epistémico occidental –ese que pretende tener al mundo “ante los ojos”– permitió pensar la cuestión del sentido práctico. El sujeto actúa automáticamente, toma decisiones de manera rápida, aparentemente impensada. Y ello sucede porque está en una actitud práctico-operativa ante el mundo, no una actitud teórica o contemplativa. De modo que importa ver cómo se configura esa modalidad de actuación “introyectada” por el sujeto.

De allí surgió la decisiva noción de “habitus”. Esa predisposición a la acción ya tomada por el actor a partir de su relación con la sociedad, y que lo lleva a responder automáticamente ante situaciones nuevas pero homólogas.

Esta atención al mundo de lo práctico se advirtió en las temáticas asumidas por Bourdieu: contra el academicismo inoperante, atacó los prejuicios que no permitían sino tocar temas previamente tildados de “importantes”. Los usos de la moda o las comidas, fueron estudiados tanto como los inmigrantes o el consumo de las bellas artes. Bourdieu fue sanamente transgresor también en este ámbito.


El sociólogo que reinventó su oficio.
La Voz del Interior, Córdoba, Argentina, Domingo 27 de enero  de 2002.

Era polémico y audaz. Fue contra todos los esquemas y antinomias que pudieran crear dualidades. Creía que el intelectual tiene un papel central en el cambio social. Atacó al neoliberalismo pero se colocó “a la izquierda de la izquierda”. Fue crítico con los más críticos. Revolucionó los estudios culturales y se convirtió en uno de los pensadores contemporáneos más importantes de las últimas décadas.

Ahora será uno de los más trascendentes, luego de que el cáncer le arrebatara el martes el último suspiro, a los 71 años, en el hospital Saint Antoine de París.

En Francia, políticos e intelectuales lamentaron la pérdida del filósofo y sociólogo francés que, a pesar de embestir siempre contra el “establishment académico”, obtuvo su sincero reconocimiento.

Para los especialistas, el trabajo de Bourdieu cambió la forma de observar al mundo social, y representó en este campo una “revolución simbólica” análoga a la de otras disciplinas. La “violencia simbólica”, eje de muchas sus obras, no se analizaba como una simple instrumentación al servicio de la clase dominante, sino también como una práctica que ejercen, a través de su rol, los distintos actores sociales.

Globalismo

Bourdieu publicó 25 libros y, en 1993, recibió la medalla de oro del prestigioso Centro Nacional de Estudios Sociales de París. Allí volvió a apelar a la movilización de los intelectuales como motores de cambio de la sociedad contemporánea. “No hay democracia efectiva sin un verdadero contra-poder crítico. El intelectual forma parte de este. Y la parte más importante”.

Fue uno de los más férreos opositores a la globalización. Pero se rehusó a a tener que definirla como “la sumisión a las leyes del mercado”, a las que sólo se podía oponer “tal o cual forma de nacionalismo o localismo cultural”. Lejos de ello, planteó la idea de un movimiento social internacional, que comenzara en Europa.

Bourdieu creía que el fatalismo de las leyes económicas sólo producía la inmovilización y la despolitización (apoyado en la concentración de todas las especies del capital), e instaba a restaurar la política como forma de recuperar espacios económicos, sociales y culturales.

No alcanzó a opinar nada sobre los cacerolazos argentinos, pero seguramente se hubiera sorprendido de ver cómo éstos materializaron algunos de sus anhelos.

1930. Nace en la localidad francesa de Denguin. Estudió en Pau, luego en París. Consigue una agregatura en Filosofía.

1964. Es nombrado director de estudios de la Escuela Práctica de Altos Estudios.

1981. Titular de la cátedra de sociología en el College de Francia.

1993. Medalla de oro en el Centro Nacional de Estudios Sociales.

Libros. Escribió 25. Entre ellos, “El oficio del sociólogo”, “Teoría de la práctica”, “La distinción”, “La miseria del mundo”, “Las estructuras sociales de la economía”.
   


Pierre Bourdieu

       
 

   
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